En el pueblecito del Baztán llamado Errazu, un muchachito de unos diez u once años empezó a asistir a la doctrina. No sabía hablar si no tuteando. El párroco, llamando un día a su madre, le dijo:
- ¿Cómo educáis al hijo? No sabe decir "sí, señor", y "no, señor". Aun a mí me tutea. ¿No sabéis hacer hablar a ese mozalbete algo más finamente?
La madre se fué al cortijo y dijo al muchacho:
- ¿Cómo no sabes hablar diciendo "sí, señor", y "no, señor"?
Dióle, además, alguna que otra sacudida.
Al día siguiente, en cuanto el mozalbete se fue al catecismo, el párroco, por ver si se le había cambiado su grosero lenguaje, le hizo alguna pregunta. El muchacho respondió:
- Sí, señor, y no, señor.
A nuevas preguntas contestaba lo mismo:
- Sí, señor, y no, señor.
- ¿Quién te ha enseñado a decir “sí, señor” y “no, señor”?
- La madre.
- ¿Y a quién te ha dicho ella que hablaras así?
- A ti.
Aprendido en el Baztán.
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