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Vvía en otra época en un pueblo de Basaburua (S) un americano, tan rico como grueso y tan grueso como rico. Un día fue a que le herrasen el macho. En la herrería se encontró con un arriero, que también vino allá a que le herrasen su macho. Empezó el arriero diciendo a gritos que no había otro hombre tan forzudo como él. Entonces el americano:

- ¿Que tú eres tan fuerte? ¡Mira! Te apuesto a quién pone antes sobre el macho carga de cuatro quintales.

El arriero:

- Con mucho gusto. Juguemos nuestros machos.

Se van al molino (pues estaba al lado) y eligen las dos cargas de cuatro quintales cada una, dos enormes sacos de trigo. Empiezan a cargar, siendo testigos el herrero y el molinero. Carga el arriero prontamente el primer saco; pero viendo que el otro no se movía, le dice:

- Luego la palabra (es) palabra. Ahora no hay que echarse atrás.

El americano, con una risa:

- Sí; la palabra (es) palabra. Sigue adelante.

Con esto, se agarra con una mano a la cubierta del macho y ¡plau! monta en su lomo a horcajadas, diciendo:

- Aquí tienes a mi macho cargado de cuatro quintales.

El americano ganó (la apuesta), pues con su tripaza pesaba más de cuatro quintales. Pero como no tenía necesidad de un segundo macho, le dejó al arriero (con el suyo) a cambio de una jarra de vino. Y la bebieron entre los cuatro.

Johanes Jaureguiberry de Atharratze.

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