Un arratiano revolvió durante largo tiempo en su cerebro un gran proyecto: el de andar, volando como los pájaros, de Aranotz al Gorbea y del Gorbea a Lekanda, y de montaña en montaña de aquellos alrededores. Para eso, hizo dos grandes alas, atando una a otra cañas delgadas. Cuando pensó que tenía ya preparado todo cuanto necesitaba para volar, llamó a unos cuantos vecinos y amigos. Aunque las alas eran grandes, sin duda por no ser pesadas, pudieron ser llevadas entre cuatro amigos a la cima de Aranotz.
Allí, en cuanto al inventor le ataron bien las dos alas, le dijeron:
-Esta es la tuya (lit., ahí mismo eres, pues).
La nueva ave (ave humana) hizo con sus alas pla pla pla, como veía hacer a las águilas, y se lanzó al viento desde la cumbre de A.ranotz. El pobre, en un santiamén, cayó a tierra y, dando tumbos, llegó junto a Fuentefría (Iturriotz). Largo tiempo estuvo sin articular palabra, como quien había de morir. Aunque unos se sonreían, los más de sus amigos estaban acongojados. No se alegraron poco cuando vieron que abría ojos y labios,
-¿Vives, Bartolo?
-Muchachos -éstas fueron las primeras palabras de Bartolo-: una cosa... olvidó..seme: y yo... yo.., no podía... volar bien.
-¿Pues qué se te ha olvidado?
-La cola..., como que... todas las aves... son colíferas.
No sabemos si a Bartolo le quedaron enteros los huesos para el segundo ensayo. Muchos creen, por lo menos, que el primer aeroplano fue inventado por un arratiano.
Domingo Azkoeta, de Zarátamo.
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